Los varones y la violencia: el femicidio

miércoles, 15 de octubre de 2008

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Cada día la sociedad chilena se vuelve más sensible a las distintas forma de violencia que ocurren en Chile. Hoy se habla con frecuencia de una nueva modalidad: el femicidio.

El femicidio se define como la muerte de una mujer por el solo hecho de serlo. Tradicionalmente se le llamaba a esto "homicidio pasional", pero el tema no es tan simple: no es sólo "pasión" lo que empujaba a tan tremendo acto, sino la creencia de que las mujeres son propiedad de los varones, que ellos tienen el derecho de controlar sus salidas, la forma en que se visten, con quiénes se juntan, etc... y no hablamos sólo de la pareja que se tiene. Quien comete femicidio trata de imponer su control incluso en quien ya no desea ser su polola/esposa/etc., aunque ya no viva con él.

Los femicidas, por lo tanto, son fundamentalmente varones machistas. No tienen rasgos particulares que los distingan en su manera de hablar, de caminar, sino que su forma de ver las relaciones de pareja: control, dominio, "que una mujer es de su hombre", ésa es la idea que los guía.

La antesala de todo femicidio es la violencia de pareja: tanto la física como la psicológica. Las agresiones van en escalada, partiendo por discusiones menores hasta transformarse en grandes peleas, con golpes, portazos, humillaciones en público, etc.

Las sociedad en general, y los varones en particular, no podemos ser neutrales ante estos hechos. Como ciudadanos debemos manifestarnos contra toda forma de agresión, venga de donde venga. Los profesionales tenemos una labor importante que cumplir. Los/as psicólogos/as dedicados a los temas de familia y violencia hemos desarrollado, progresivamente, herramientas de terapia que pueden conseguir frenar el machismo antes de que llegue a estos extremos, lo que requiere abordajes tanto terapéuticos como a través de las redes sociales.

La solución, por lo tanto, pasa por una adecuada coordinación entre los profesionales de la salud mental, las redes de apoyo contra la violencia, los distintos sectores del Estado involucrados en el tema (Sernam, Ministerio de Salud, los programas de Seguridad Ciudadana, municipalidades) y la propia sociedad civil, cada varón y cada mujer, que desea que este país sea un entorno saludable y beneficioso para todos y todas.


En este sentido, resulta estimulante saber que diversas instancias de la sociedad, entre ellas los medios de comunicación, se están sensibilizando cada vez más acerca del tema. En este sentido, fui invitado a participar en el programa "Cocinados" de Telecanal, para discutir sobre el tema. La conversación con Carolina Correa y los telespectadores resultó muy interesante.


¿Hombres, mujeres? Seres humanos

lunes, 21 de julio de 2008
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Hace algunos años, algunas personas pertenecientes a las llamadas disidencias sexuales (o sea, que no se ajustan a los modelos tradicionales de masculinidad o femineidad) comenzaron a cuestionar la visión de que existían hombres y mujeres. Esta idea, que a primera vista puede parecer muy loca, extraña o profundamente equivocada, posee un fundamento muy interesante: me refiero a la teoría queer.

Sin profundizar mucho sobre el tema, la teoría queer plantea que hablar de "hombres" y "mujeres", más que referirse a seres que existen objetivamente en el mundo, implica seguir un modelo patriarcal de género. En otras palabras, "hombre" y "mujer" son conceptos que sirven de base para hablar de "masculino" y "femenino"... y aquí reside la trampa.

En posts anteriores me he referido a que los seres humanos hemos vivido entrampados por siglos en prácticas restrictivas, injustas. El patriarcado, el "machismo", se basa en una división excluyente de roles: quienes nacen con senos y vagina deben dedicarse a lo doméstico, ser cariñosas, maternales, etc., mientras que quienes nacen con un pene y testículos deben dedicarse fundamentalmente a lo laboral, ser fuertes, dominantes, etc. Son formas de ser "femeninas" y "masculinas", respectivamente.

Pero esto es una construcción social, no algo natural. El cuerpo no manda que "ellas" puedan sentir más ternura que "ellos", las emociones humanas no son "femeninas" ni "masculinas", sino humanas. Todos tenemos la misma capacidad, en principio, de experimentar toda la gama de emociones posibles, los mismos gustos (por cuidar de los demás, tener éxito en el empleo, etc.): lo que explica que unas y otros tengan comportamientos distintos no es un "alma" distinta, sino una enseñanza diferenciada que ejerce la sociedad.

Esta pedagogía patriarcal del género se basa en la creencia de que existe lo masculino y lo femenino. Si dejamos de pensar (y actuar) en que existe algo "apropiado" para varones y mujeres, podremos desarrollarnos con libertad y equidad. Eso es lo que se necesita para cambiar las injusticias y el dolor que el machismo ha provocado en nuestras vidas.

Quienes trabajan desde el enfoque queer, de hecho, resaltan siempre que, en lo que respecta al género, resulta imprescindible reconocernos como seres cambiantes, libres, no atados a lo que tradicionalmente se espera de uno/a por tener un cuerpo determinado. Parafraseando a Sigmund Freud, el famoso psicoanalista, el cuerpo no determina el destino. Si es que los varones vivimos mucho menos que las mujeres, por ejemplo, no es porque venga en nuestros genes, sino simplemente porque llevamos una forma de vida más peligrosa: es cosa de ver a quienes se les permite (y fomenta) que tomen más riesgos al volante, consuman más alcohol y drogas, desempeñen los trabajos más peligrosos... ¿es porque el cuerpo "masculino" es más fuerte? No: es porque se supone que tenemos la capacidad de resistir más, y si nos morimos en el camino, no importa. Peor sería parecer "afeminados".

Hay que "deconstruir", desarmar, el modo en que hemos sido construidos varones y mujeres, la forma en que nos han enseñado a pensar y actuar. Liberarnos de las ataduras tradicionales nos permitirá vivir no de acuerdo a lo que "se debe hacer", sino a lo que nuestro ser nos invita: experimentar toda la riqueza de la vida: enojo, pasión, ternura, vulnerabilidad, compasión, etc. Todo un mundo por descubrir.

¿Cuánto apoyamos realmente la paternidad?

martes, 10 de junio de 2008

Ahora que el Día del Padre se acerca, creo que como varones hay mucho que reflexionar. Parte de mis pensamientos los volqué en la página de la agrupación Nueva Parentalidad, para la cual escribí una crónica acerca de cómo es que, en el papel, valoramos la paternidad, pero muchas veces hacemos muy poco para que ésta se viva plenamente.

El artículo completo lo transcribo a continuación:

En un periodo difícil de mi vida, recuerdo que un amigo me aconsejó que volviera a la casa de mis padres (en otra ciudad, en el sur), para descansar y tomar tranquilamente las decisiones que requería ese momento.

Tiempo después, otra persona me preguntó si es que, ahora separado, planeaba irme de Chile, a buscar mejores horizontes profesionales.

Recuerdo siempre estos dos comentarios por algo muy simple: cuando lo hicieron, ambas personas sabían que yo era padre.

¿Cuál es el punto? Lo que más me sorprendió es que, para ambos, el que me fuera a vivir (por tiempo indefinido, tal vez para siempre) lejos de mi hija, era algo que no representaba mayor problema. Y no dudo que no eran los únicos.

En estos días en que celebramos el día del Padre, en que pensamos en regalos a quien nos dio (junto con nuestra madre) la vida, vale la pena detenernos en este tema: cuán presentes realmente están los papás en la vida de sus hijos e hijas.

Cada día resulta más claro cuán importante es que los varones estemos involucrados en la crianza de nuestros hijos e hijas, más allá de que vivan con nosotros o no. Durante demasiado tiempo los varones hemos estado ausentes de la educación de nuestr@s niñ@s, abocados al trabajo, dedicándonos en cuerpo y alma a ganar el sustento, sintiéndonos tranquilos porque nuestr@s pequeñ@s están con sus madres (u otra mujer que los cuide), así que “estarán recibiendo lo que necesitan para su adecuado desarrollo”.

Y no sólo los padres hemos pensado eso. También muchas madres, familiares, amig@s, jefes, compañer@s de trabajo, etc. Que el padre esté lejos no es tanto problema, “porque es el hombre”. Lo importante es que aseguremos el sustento, es “nuestro rol”. Claro, también debemos estar presentes en nuestra casa, pero es más importante que las madres lo estén. Ellas sí son las indispensables “a tiempo completo”, nosotros no tanto.

Pero ya sabemos que no es así. No basta con “estar en la casa”, también nuestr@s hij@s requieren que juguemos con ell@s, les cuidemos cuando están enfermos/as, preparemos su comida, les apoyemos en sus tareas, l@s bañemos, etc., TANTO COMO SUS MADRES. Porque es a través de la vida cotidiana que forjamos con nuestr@s niñ@s complicidad, conocernos realmente, en las buenas y en las malas. Como seres íntegros.

Si alguien aún duda de que el vínculo que construimos con nuestros padres es menos fuerte que con nuestras madres, por todo lo anterior, hagamos un ejercicio: ¿cuánto dinero gastaremos este día del padre? ¿el mismo que el día de la madre? No se trata de reducir el cariño a dinero, pero esto es una muestra de qué vínculos forjamos.

Es por eso que la forma en que la sociedad actúa frente a los padres no es la adecuada. Para l@s niñ@s y para los propios padres (y madres). No puede ser que se siga esperando -y exigiendo- que estemos más tiempo en el trabajo que las mujeres, que no tengamos derecho a un postnatal de varios meses, que asistir al parto de nuestr@s hij@s sea por buena voluntad del hospital, que tengamos derecho a apenas unos pocos días al mes a ver a nuestr@s hij@s tras una separación. Si sacudimos estos obstáculos y nos convencemos que nuestro rol va mucho más allá de poner el dinero mensual y “ayudar” a las madres, nuestr@s niñ@s tendrán padres verdaderamente presentes, recibiremos los gigantescos beneficios de ejercer íntegramente nuestra paternidad, y las mismas madres sabrán que nuestr@s hij@s reciben todo el amor y cuidado que merecen, alivianando la pesada carga que ya llevan.

Hay mucho por hacer. Pero la meta es bella. Y necesaria.

Los obstáculos contra la paternidad

sábado, 7 de junio de 2008
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Existe un consenso creciente en nuestra sociedad respecto a que se requiere que los varones ejerzamos un rol mucho más activo y equitativo en la crianza de nuestras hijas e hijos. No basta con "aparecer en la casa", "estar visibles", nuestros niños y niñas requieren que estemos lo más presentes posibles en sus vidas. Prácticamente nadie se opone a ello, en principio. Pero llevar esto a la realidad implica enfrentar hechos que no siempre tomamos en cuenta...

Tal vez el factor más significativo que dificulta esta paternidad participativa y equitativa lo constituye las creencias sociales acerca qué es ser un hombre y qué es ser una mujer. Nuestra cultura, debido a sus raíces profundamente patriarcales, nos enseña -equivocadamente- que los varones y las mujeres somos "esencialmente" diferentes, que existe un "alma masculina" y un "alma femenina". A primera vista esto puede no ser visto como tan problemático. El punto es que, cuando comenzamos a ver en qué consisten esta masculinidad y femineidad "profundas", nos encontramos con los típicos estereotipos: ser varón implica racionalidad, ser "independientes", del mundo del trabajo y de la calle, etc., mientras que las mujeres serían más "dependientes", enlazadas al mundo del hogar y el cuidado de los/as otros/as...

Si como varón creo que el trabajo es un espacio masculino, mientras que el hogar es femenino, obviamente sentiré que dedicar más tiempo a "la pega" que las mujeres es lo que me corresponde, y que cuando llegue a casa simplemente "ayude" con las tareas domésticas y el cuidado de los/as niños/as... al final, el vínculo tan poco estrecho con mis hijos/as no es por algo "natural", sino porque yo mismo lo he provocado a lo largo del tiempo. Algunos le llaman a esto profecía autocumplida.

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Pero el problema no se limita a discursos abstractos. También juegan un rol importante lo que los/as científicos/as y profesionales dicen acerca de la paternidad "normal" o "adecuada". Y, lamento decirlo, los/as psicólogos/as hemos ejercido una tremenda (y negativa) participación en este sentido. Basta mencionar que, cuando se estudia el vínculo fundamental que los niños y niñas establecen con sus padres (el apego), la Psicología -junto con la Medicina y otras ciencias- sólo ha investigado el vínculo con las madres... invisibilizando el vínculo que se establece con el padre. Resultado: en las investigaciones "curiosamente" los padres ocupan un lugar secundario en la formación de la personalidad de los/as niños/as.

Así es como veremos que, cuando los/as psicólogos/as (y pediatras, profesores/as, trabajadores/as sociales, etc.) escriben, investigan e intervienen en el ámbito familiar, se preocupan más de que una madre cumpla bien su rol, que lo haga asimismo el padre...

Un tercer factor dice relación con las políticas públicas, lo que el Estado hace y promueve. Por ejemplo, en el sector salud lo reproductivo se entiende aún como materno-infantil... ¿y qué pasa con lo paterno-infantil? ¿No es importante? Hoy, para que un padre asista al parto, depende de la buena voluntad del equipo médico... y ya existe suficiente investigación para mostrar lo importante que resulta que el padre esté presente en toda la gestación y parto para afianzar el vínculo con su hijo/a. Esta realidad ha ido cambiando en nuestro país, pero requiere avanzar mucho más.

En el área previsional, fijémonos también en un reciente avance, el postnatal masculino... es menor que el de la madre, cuando debiera tener la misma extensión e importancia. Porque un/a niño/a requiere a ambos padres por igual.

Fuente: Elobservatodo.com

Las leyes también tienen un sentido similar. Enfatizan castigar a los padres que no cumplen con el pago de las pensiones (lo cual es indispensable), pero, a la hora de otorgar el régimen de visitas, muchas (¡demasiadas!) veces se otorga sólo un par de días al mes para que el niño o niña pueda estar en contacto con su padre... y un vínculo fuerte padre-hijo/a requiere tiempo, compartir cosas cotidianas, conversar, jugar...

También el mercado del trabajo tiene un rol importante. Cuando un niño o niña se enferma, se permite que la madre, "naturalmente", sea quien tenga que ausentarse: si un padre trata de hacer lo mismo, enfrentará serias dificultades. Asimismo, se le asignan al varón las jornadas más extensas, se le envía a otras localidades, etc., en otras palabras, se le presiona a estar más ausente. Ello perjudica no sólo el vínculo con el padre, sino que genera sobrecarga de trabajo en la madres. Cuando se discute acerca de "conciliación familia-trabajo", se plantean fórmulas para que las madres puedan hacerse cargo mejor de sus obligaciones con los hijos e hijas sin entorpecer su desempeño laboral, pero los padres son grandes ausentes de esta discusión.

Fuente: Flickr

Y por último -aunque me quedan varios factores en el tintero- no podemos olvidar lo que los varones mismos hacen y creen. Recuerdo el caso de un varón que, en un grupo, comentaba muy orgulloso que se "sacaba la cresta" trabajando 12 horas diarias (y a veces más) para que a sus hijos no les faltara nada. A mí me dio pena (y a varios presentes también). Me dio pena porque sus hijos, cuando tuvieran alguna pena o alegría, no tendrían a su padre para contársela, para confiársela. Y él no se daba cuenta de ello.

Celebraba el estar lejos, contaba casi con alegría como maltrataba su cuerpo (y su mente) por conseguir más dinero, sin problematizar que el TV cable, los videojuegos comprados, etc., jamás conseguirían que sus hijos lo vieran como alguien cercano. Nuestras imágenes acerca de la paternidad, formadas en este sistema que aleja a los padres de sus hijos/as, nos están jugando claramente en contra. Rechazamos la casa, lo doméstico, porque lo vemos como un espacio femenino, siendo que no es de hombres ni de mujeres, sino simplemente humano.

Podría seguir, mencionar muchos factores más que dificultan una paternidad involucrada, gozosa. Pero creo que con esto basta por ahora. Hay mucho que transformar, por nuestros hijos e hijas y por la sociedad entera, en este día del Padre.

Padres separados de sus hijos: el Síndrome de Alienación Parental

Ya hemos planteado en este blog que los varones muchas veces no asumen como debieran sus obligaciones como padres. Una serie de factores se confabulan para ello.

Lamentablemente, en algunas ocasiones el alejamiento del(a) hijo(a) no proviene de la iniciativa del padre. Por el contrario, viene del hecho que quien cuida al niño(a) -muchas veces las madres- son quienes no quieren que la relación padre-hijo se dé con la frecuencia, intensidad y amor que debiera. Es más, ocurre una sistemática intención de romper dicho vínculo, que el padre simplemente desaparezca. Es lo que se denomina
Síndrome de Alienación Parental (SAP). Obviamente, la gran mayoría de las madres no realiza esto, por el contrario, muchas se ven aquejadas por la dificultad para que los padres se involucren en la crianza de los niños y niñas. Pero este caso es diferente.

Podemos considerar
el SAP como la "programación" de un(a) hijo para que rechace a uno de sus padres, que generalmente es el que vive sin ellos, sin que tenga una justificación. O sea, se le dice al niño (y al resto del mundo) que el padre es violento, negligente, abusivo, etc. cuando en realidad no lo es.

Este problema fue descrito por primera vez por el académico estadounidense Richard Gardner, quien, a partir del libro The Parental Alienation Syndrome (1992) y otras investigaciones, muestra que este fenómeno permanece invisible en nuestra sociedad y genera tremendas consecuencias: un(s) niño(a) ansioso o depresivo, que termina odiando a su padre, y un padre angustiado por tratar de dar su amor y cariño a quien dio la vida, pero que se ve impedido de hacerlo por una increíbla cadena de obstáculos. Recientemente el Colegio Oficial de Psicólogos de España (COP) ha reconocido la existencia de este fenómeno.

El progenitor alienador puede realizar una variedad de conductas para obstaculizar el vínculo, entre las cuales podemos encontrar:

  • Rehusar pasar las llamadas telefónicas a los hijos.
  • Organizar varias actividades con los hijos durante el período que el otro progenitor debe normalmente ejercer su derecho de visita.
  • Presentar al nuevo cónyuge a los hijos como su nueva madre o su nuevo padre.
  • Interceptar el correo y los paquetes mandados a los hijos.
  • Desvalorizar e insultar al otro progenitor delante los hijos.
  • Rehusar informar al otro progenitor a propósito de las actividades en las cuales están implicados los hijos.
  • Impedir al otro progenitor el ejercer su derecho de visita.
  • "Olvidarse" de avisar al otro progenitor de citas importantes.
  • Cambiar (o intentar de cambiar) sus apellidos o sus nombres.
  • Impedir al otro progenitor el acceso a los expedientes escolares y médicos de los hijos.
  • Irse de vacaciones sin los hijos y dejarlos con otra persona, aunque el otro progenitor esté disponible y voluntario para ocuparse de ellos.
  • Contar a los hijos que la ropa o regalos que el otro progenitor les ha comprado, son feos, y prohibirles usarlo.
  • Amenazar con castigo a los hijos si se atreven a llamarle, escribirle o contactar con el otro progenitor.
Este fenómeno suele ocurrir (aunque no exclusivamente) gatillado por conflictos judiciales. El grupo juvenil Kudai lanzó hace poco un tema ("Tú") alusivo a este fenómeno, el cual ilustra claramente lo que le sucede a un padre en estas circunstancias.


Este video también puede ser visualizado acá.

Este problema, que afecta más fuertemente de lo que uno cree a simple vista, requiere un trabajo con perspectiva de género, por cuanto, como hemos dicho en ocasiones anteriores, el vínculo padre-hijo ya está demasiado debilitado en nuestra sociedad. En posts siguientes profundizaremos en los diversos aspectos que el Síndrome de Alienación Parental posee.

Gran evento gran

jueves, 22 de mayo de 2008

Este sábado 24 de mayo la agrupación "Nueva parentalidad", a la cual pertenezco, realizará una fiesta-encuentro, a fin de recaudar fondos para constituirnos como ONG. Están todos/as invitados a pasarlo bien, disfrutando de DJs, performances, karaoke y sorpresas varias, en el Delivery restorant, Providencia, cerca de metro Santa Isabel.

El horizonte de Nueva Parentalidad es defender el derecho de las niñas y niños a relacionarse por igual con sus padres y madres, en particular luego de la separación de éstos. Actuamos protegiendo el derecho superior del niño y la niña a crecer sanos y felices, disfrutando de todo lo bello que puede aportarle su familia completa. Con tu asistencia ayudas a avanzar en esta causa.

Nos vemos el sábado. Los esperamos.

Seminario Masculinidades y globalización

viernes, 16 de mayo de 2008
El próximo jueves 29 de mayo me corresponderá participar en el 5º Encuentro de Estudios de Masculinidad/es “MASCULINIDAD/ES Y GLOBALIZACIÓN. VIDA PRIVADA, FAMILIA, SEXUALIDAD/ES Y TRABAJO”, organizado por CEDEM - Género y Equidad y la Red de Masculinidad/es. Allí se reflexionará a partir de doce miradas –ponencias- en torno a cuarenta entrevistas en profundidad realizadas a hombres y mujeres que trabajan en gerencia y dirección de empresas transnacionales que operan en Chile y de alta dirección pública del Gobierno. En mi caso particular, expondré acerca del discurso que los altos ejecutivos chilenos desarrollan acerca de la implementación de las políticas de equidad de género en las organizaciones públicas y privadas.

Fecha: 29 de mayo, desde las 9:00 a las 18:00 hrs.

Lugar: Teatro del Sindicato de Actores (SIDARTE). Ernesto Pinto Lagarrigue 131, Barrio Bellavista (Paralela a Pío Nono).

La sala es relativamente pequeña, por tanto es necesario inscribirse previamente, por teléfono al (56 2) 732 3886, o al correo electrónico con Devanir da Silva devanir@cedem.cl

Adhesión $5.000; estudiantes $ 2.000.-

Están todos y todas cordialmente invitados/as.

¿Porqué hablar sobre los varones?

Vivimos en una sociedad que se está cuestionando progresivamente cómo son las relaciones entre varones y mujeres. Este cuestionamiento ha venido fundamentalmente desde las mujeres, cansadas de ver cómo subsisten en nuestro país y el mundo distintas e intolerables formas de discriminación a nivel económico, político, cultural, religioso, etc.

El impulso principal a este fenómeno lo ha dado el movimiento feminista, el cual, durante más de 150 años, ha visibilizado éstas y otras formas de violencia que aquejan a nuestra sociedad. Femicidio, discriminación laboral, violencia intrafamiliar, son sólo algunas de las muestras de un orden que tiene que cambiar.

¿Y qué rol juegan los varones en esto? Por un lado, hemos sido los principales beneficiarios de la injusticia que este sistema, llamado patriarcado (y que en América latina conocemos como machismo), otorga a quienes nacieron con cuerpo de hombre. Ganamos más dinero, tenemos más libertad para salir a la calle, ocupamos más puestos de poder en la política y las empresas. Y no es por casualidad.

Pero, al mismo tiempo, decir que los varones son "victimarios" de este esquema resulta muy restringido. También morimos antes, tenemos una vida más restringida emocionalmente, nos enfermamos por la competencia, estamos más alejados de nuestros hijos e hijas. Un saldo nada positivo.

Y eso para quienes se amoldan más a los modelos hegemónicos (machistas) de ser varón. Porque los hombres que son vistos como relativamente "femeninos" van a sufrir la violencia física y psicológica del resto de la sociedad. No me refiero sólo a las "minorías" sexuales, sino también a lo que nos pasa si es que queremos pasar más tiempo en la casa (y menos en el trabajo), cultivar un arte, cuidar a los niños y niñas... el apelativo de "mandoneado", "macabeo" o "maricón" salta fácilmente en la mente y la palabra de muchas personas aún, varones y mujeres.

Es por eso que los varones debemos actuar para transformar este orden social injusto, violento, discriminatorio. Para que los derechos de todas y todos sean siempre respetados, para que una democracia completa (una "democracia radical", como señala Chantal Mouffe) se haga realidad en nuestra sociedad.

Es una tarea difícil. Compleja, algo que hay que llevar a la pareja, la escuela, el trabajo, las reuniones de amigos. Una tarea sin fin. Pero necesaria y, por sobre todo, bella.

Alguien dijo una vez que "no hay amor más grande que dar la vida por sus amigos". En este mundo somos todos uno/a.