¿Cuánto apoyamos realmente la paternidad?

martes, 10 de junio de 2008

Ahora que el Día del Padre se acerca, creo que como varones hay mucho que reflexionar. Parte de mis pensamientos los volqué en la página de la agrupación Nueva Parentalidad, para la cual escribí una crónica acerca de cómo es que, en el papel, valoramos la paternidad, pero muchas veces hacemos muy poco para que ésta se viva plenamente.

El artículo completo lo transcribo a continuación:

En un periodo difícil de mi vida, recuerdo que un amigo me aconsejó que volviera a la casa de mis padres (en otra ciudad, en el sur), para descansar y tomar tranquilamente las decisiones que requería ese momento.

Tiempo después, otra persona me preguntó si es que, ahora separado, planeaba irme de Chile, a buscar mejores horizontes profesionales.

Recuerdo siempre estos dos comentarios por algo muy simple: cuando lo hicieron, ambas personas sabían que yo era padre.

¿Cuál es el punto? Lo que más me sorprendió es que, para ambos, el que me fuera a vivir (por tiempo indefinido, tal vez para siempre) lejos de mi hija, era algo que no representaba mayor problema. Y no dudo que no eran los únicos.

En estos días en que celebramos el día del Padre, en que pensamos en regalos a quien nos dio (junto con nuestra madre) la vida, vale la pena detenernos en este tema: cuán presentes realmente están los papás en la vida de sus hijos e hijas.

Cada día resulta más claro cuán importante es que los varones estemos involucrados en la crianza de nuestros hijos e hijas, más allá de que vivan con nosotros o no. Durante demasiado tiempo los varones hemos estado ausentes de la educación de nuestr@s niñ@s, abocados al trabajo, dedicándonos en cuerpo y alma a ganar el sustento, sintiéndonos tranquilos porque nuestr@s pequeñ@s están con sus madres (u otra mujer que los cuide), así que “estarán recibiendo lo que necesitan para su adecuado desarrollo”.

Y no sólo los padres hemos pensado eso. También muchas madres, familiares, amig@s, jefes, compañer@s de trabajo, etc. Que el padre esté lejos no es tanto problema, “porque es el hombre”. Lo importante es que aseguremos el sustento, es “nuestro rol”. Claro, también debemos estar presentes en nuestra casa, pero es más importante que las madres lo estén. Ellas sí son las indispensables “a tiempo completo”, nosotros no tanto.

Pero ya sabemos que no es así. No basta con “estar en la casa”, también nuestr@s hij@s requieren que juguemos con ell@s, les cuidemos cuando están enfermos/as, preparemos su comida, les apoyemos en sus tareas, l@s bañemos, etc., TANTO COMO SUS MADRES. Porque es a través de la vida cotidiana que forjamos con nuestr@s niñ@s complicidad, conocernos realmente, en las buenas y en las malas. Como seres íntegros.

Si alguien aún duda de que el vínculo que construimos con nuestros padres es menos fuerte que con nuestras madres, por todo lo anterior, hagamos un ejercicio: ¿cuánto dinero gastaremos este día del padre? ¿el mismo que el día de la madre? No se trata de reducir el cariño a dinero, pero esto es una muestra de qué vínculos forjamos.

Es por eso que la forma en que la sociedad actúa frente a los padres no es la adecuada. Para l@s niñ@s y para los propios padres (y madres). No puede ser que se siga esperando -y exigiendo- que estemos más tiempo en el trabajo que las mujeres, que no tengamos derecho a un postnatal de varios meses, que asistir al parto de nuestr@s hij@s sea por buena voluntad del hospital, que tengamos derecho a apenas unos pocos días al mes a ver a nuestr@s hij@s tras una separación. Si sacudimos estos obstáculos y nos convencemos que nuestro rol va mucho más allá de poner el dinero mensual y “ayudar” a las madres, nuestr@s niñ@s tendrán padres verdaderamente presentes, recibiremos los gigantescos beneficios de ejercer íntegramente nuestra paternidad, y las mismas madres sabrán que nuestr@s hij@s reciben todo el amor y cuidado que merecen, alivianando la pesada carga que ya llevan.

Hay mucho por hacer. Pero la meta es bella. Y necesaria.

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