¿Hombres, mujeres? Seres humanos

lunes, 21 de julio de 2008
Fuente: Flickr

Hace algunos años, algunas personas pertenecientes a las llamadas disidencias sexuales (o sea, que no se ajustan a los modelos tradicionales de masculinidad o femineidad) comenzaron a cuestionar la visión de que existían hombres y mujeres. Esta idea, que a primera vista puede parecer muy loca, extraña o profundamente equivocada, posee un fundamento muy interesante: me refiero a la teoría queer.

Sin profundizar mucho sobre el tema, la teoría queer plantea que hablar de "hombres" y "mujeres", más que referirse a seres que existen objetivamente en el mundo, implica seguir un modelo patriarcal de género. En otras palabras, "hombre" y "mujer" son conceptos que sirven de base para hablar de "masculino" y "femenino"... y aquí reside la trampa.

En posts anteriores me he referido a que los seres humanos hemos vivido entrampados por siglos en prácticas restrictivas, injustas. El patriarcado, el "machismo", se basa en una división excluyente de roles: quienes nacen con senos y vagina deben dedicarse a lo doméstico, ser cariñosas, maternales, etc., mientras que quienes nacen con un pene y testículos deben dedicarse fundamentalmente a lo laboral, ser fuertes, dominantes, etc. Son formas de ser "femeninas" y "masculinas", respectivamente.

Pero esto es una construcción social, no algo natural. El cuerpo no manda que "ellas" puedan sentir más ternura que "ellos", las emociones humanas no son "femeninas" ni "masculinas", sino humanas. Todos tenemos la misma capacidad, en principio, de experimentar toda la gama de emociones posibles, los mismos gustos (por cuidar de los demás, tener éxito en el empleo, etc.): lo que explica que unas y otros tengan comportamientos distintos no es un "alma" distinta, sino una enseñanza diferenciada que ejerce la sociedad.

Esta pedagogía patriarcal del género se basa en la creencia de que existe lo masculino y lo femenino. Si dejamos de pensar (y actuar) en que existe algo "apropiado" para varones y mujeres, podremos desarrollarnos con libertad y equidad. Eso es lo que se necesita para cambiar las injusticias y el dolor que el machismo ha provocado en nuestras vidas.

Quienes trabajan desde el enfoque queer, de hecho, resaltan siempre que, en lo que respecta al género, resulta imprescindible reconocernos como seres cambiantes, libres, no atados a lo que tradicionalmente se espera de uno/a por tener un cuerpo determinado. Parafraseando a Sigmund Freud, el famoso psicoanalista, el cuerpo no determina el destino. Si es que los varones vivimos mucho menos que las mujeres, por ejemplo, no es porque venga en nuestros genes, sino simplemente porque llevamos una forma de vida más peligrosa: es cosa de ver a quienes se les permite (y fomenta) que tomen más riesgos al volante, consuman más alcohol y drogas, desempeñen los trabajos más peligrosos... ¿es porque el cuerpo "masculino" es más fuerte? No: es porque se supone que tenemos la capacidad de resistir más, y si nos morimos en el camino, no importa. Peor sería parecer "afeminados".

Hay que "deconstruir", desarmar, el modo en que hemos sido construidos varones y mujeres, la forma en que nos han enseñado a pensar y actuar. Liberarnos de las ataduras tradicionales nos permitirá vivir no de acuerdo a lo que "se debe hacer", sino a lo que nuestro ser nos invita: experimentar toda la riqueza de la vida: enojo, pasión, ternura, vulnerabilidad, compasión, etc. Todo un mundo por descubrir.