Vivimos en una sociedad que se está cuestionando progresivamente cómo son las relaciones entre varones y mujeres. Este cuestionamiento ha venido fundamentalmente desde las mujeres, cansadas de ver cómo subsisten en nuestro país y el mundo distintas e intolerables formas de discriminación a nivel económico, político, cultural, religioso, etc.
El impulso principal a este fenómeno lo ha dado el movimiento feminista, el cual, durante más de 150 años, ha visibilizado éstas y otras formas de violencia que aquejan a nuestra sociedad. Femicidio, discriminación laboral, violencia intrafamiliar, son sólo algunas de las muestras de un orden que tiene que cambiar.
¿Y qué rol juegan los varones en esto? Por un lado, hemos sido los principales beneficiarios de la injusticia que este sistema, llamado patriarcado (y que en América latina conocemos como machismo), otorga a quienes nacieron con cuerpo de hombre. Ganamos más dinero, tenemos más libertad para salir a la calle, ocupamos más puestos de poder en la política y las empresas. Y no es por casualidad.
Pero, al mismo tiempo, decir que los varones son "victimarios" de este esquema resulta muy restringido. También morimos antes, tenemos una vida más restringida emocionalmente, nos enfermamos por la competencia, estamos más alejados de nuestros hijos e hijas. Un saldo nada positivo.
Y eso para quienes se amoldan más a los modelos hegemónicos (machistas) de ser varón. Porque los hombres que son vistos como relativamente "femeninos" van a sufrir la violencia física y psicológica del resto de la sociedad. No me refiero sólo a las "minorías" sexuales, sino también a lo que nos pasa si es que queremos pasar más tiempo en la casa (y menos en el trabajo), cultivar un arte, cuidar a los niños y niñas... el apelativo de "mandoneado", "macabeo" o "maricón" salta fácilmente en la mente y la palabra de muchas personas aún, varones y mujeres.
Es por eso que los varones debemos actuar para transformar este orden social injusto, violento, discriminatorio. Para que los derechos de todas y todos sean siempre respetados, para que una democracia completa (una "democracia radical", como señala Chantal Mouffe) se haga realidad en nuestra sociedad.
Es una tarea difícil. Compleja, algo que hay que llevar a la pareja, la escuela, el trabajo, las reuniones de amigos. Una tarea sin fin. Pero necesaria y, por sobre todo, bella.
Alguien dijo una vez que "no hay amor más grande que dar la vida por sus amigos". En este mundo somos todos uno/a.