Derechos sexuales y reproductivos femeninos

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Fue el jueves de la semana pasada. Iniciaba un nuevo grupo de apoyo en el Centro de la Mujer. Como en toda sesión, me apresté a hervir el agua, colocar las galletas y la fruta en sus respectivos platos, preparar las tazas y las cucharas.

Una vez que llegaron y las saludé, procedí a servir todo para que pudiéramos disfrutar de una pequeña comida durante esas horas en las que estaríamos reunidos/as. De pronto, una de ellas, M., se cubrió la cara con las manos. La miramos, sorprendidos/as, y comentó: "Ud. es muy lindo. Ésta es la primera vez que un hombre me sirve".

Fue el primer gesto de esa reunión, se creó un ambiente particular y cómodo con inusual rapidez.

Realicé la aclaración inicial de expectativas y temas que iríamos trabajando a lo largo de las semanas, para pasar a tratar el tema de las relaciones de dependencia, tal como lo indicaba la planificación. Sin embargo, al poco andar M. necesitaba mencionar las diferentes formas de violencia que, se percataba, había estado vivenciando. Comentaba que pertenecía a un grupo musical y que en este tipo de grupos las situaciones de acoso sexual a las mujeres ocurrían frecuentemente... a ello se unieron las demás participantes, agregando otras formas de discriminación y agresión sexual de las que habían sido objeto. Como suele ser frecuente, los "agarrones" en el metro salieron rápidamente a la luz.

En ese momento, se me ocurrió que, ademas de trabajar esta visibilizacion de las formas de violencia, podíamos ir un poco más allá, hablando acerca de derechos sexuales y reproductivos femeninos. Mencioné el tema para proponérselas, y con sólo decir "derechos sexuales" me miraron con cara de que no habían escuchado eso en su vida. Lamentablemente, un hecho usual.

Comenzamos a discutir cuáles derechos tendrían las mujeres respecto de su cuerpo y lo que más salió fue (como resultaba esperable) tener relaciones sexuales y concebor cuando ellas quisieran, no sólo cuando sus (ex) parejas lo requerían. En mi experiencia evaluando mujeres víctimas de violencia (a esta altura, ya cientos), la violencia sexual está tremendamente presente. Y no lo digo sólo por las parejas por las cuales llegan al  Centro, sino también por familiares y conocidos (tíos, abuelos, padrastros, vecinos) que durante su infancia y juventud las violentaron de diversas maneras. Debo reconocer que, en este tema, ya nada me sorprende.

Pero me interesaba que no sólo discutiéramos lo que pasaba meramente "en la cama", sino también de la puerta para afuera. Y así fue que conversamos acerca de la responsabilidad que los servicios de salud tienen con los cuerpos de las mujeres, de respetar sus necesidades y proyectos de vida. Ahí fueron emergiendo relatos de malos tratos ejercidos por enfermeras o médicos/as. Todo lo plasmamos en el papelógrafo cuya foto está más arriba.

Para cerrar (el tiempo se había ido volando) mencioné el derecho inalienable de cada mujer de experimentar su sexualidad sin presiones, de la manera que ella quisiera y que la culpa era el gran obstáculo que el patriarcado instala en las mentes de las mujeres. Luego de expresar que estaban todas plenamente de acuerdo, M. dijo que era la primera vez en su vida (ya pasó los 50 años) que conversaba de estos temas con un varón, y que se sentía aliviada con ello. Las demás asintieron.

Al retirarse, me quedé pensando cuán importante es, particularmente para las mujeres víctimas de violencia de género, que existan varones que muestren, de modo concreto, que es posible establecer relaciones de equidad y respeto. Me sentí tremendamente agradecido de la posibilidad de poder aportar en este sentido. Asimismo, cuando hace un par de días tuve un encuentro con colegas de Curicó hasta Santiago en una capacitación dada por Sernam, me alegré de poder ver más psicólogos varones trabajando en los Centros de la Mujer, entre ellos mi antiguo compañero de carrera, Víctor Hugo Garrido. Poco a poco avanzamos en este sentido.