Trabajando con y para mujeres

martes, 29 de junio de 2010
Desde abril de este año me encuentro laborando en el Centro de la mujer de Pedro Aguirre Cerda, un programa del Servicio Nacional de la Mujer ejecutado por la municipalidad de P.A.C.

Este trabajo tiene bastante particularidades. Como programa estatal ejecutado localmente, me encuentro con una doble dependencia (del gobierno central y del comunal), así como me corresponde ser la cara visible de las entelequias "municipio" y "gobierno", soy a quienes agradecen (o reclaman) cuando las políticas que apuntan a generar mayor equidad de género entre varones y mujeres funcionan (o no).

Pero el motivo de este post va más allá de ello. Tengo el raro privilegio de ser un psicólogo varón trabajando por detener la violencia desde la "primera línea", en un espacio típicamente femenino. Como es lo tradicional en estos casos, la coordinadora del centro, la abogada y las monitoras son todas mujeres (aunque, justo es decirlo, hay un estudiante en práctica de derecho que es varón también), lo que me coloca en una situación en donde mi masculinidad se coloca en una tensión muy interesante.

Interesante porque las mujeres que acuden al centro buscan detener la tremenda violencia que sufren de parte de varones. Y se encuentran con que, quien las va a apoyar en su proceso de liberación personal, de reflexión y cambio en su psicoterapia, es del mismo sexo que su victimario.

Cuando entré al centro me preguntaba cuánto rechazo podría generar ya no encontrar a "la psicóloga" (como se suponía que sería en cualquier centro de Sernam) sino "el psicólogo". Y me encontré con que la recepción era mucho mejor de lo que esperaba. Motivo más que suficiente para alegrarme.

Pero ello no basta. Los estudios de género, gracias al tremendo aporte que el movimiento feminista ha realizado, han mostrado cómo las mujeres han aprendido a mirarse desde la perspectiva masculina. Por tanto, reproducir esta relación patriarcal no es tan difícil. Sé, por tanto, que sólo la autocrítica constante me impedirá caer en el juego de "varón que le muestra a las mujeres cómo ser mujer libre", que el peligro está latente, porque la socialización patriarcal es pesada, antigua y sutil, y su reproducción es muy fácil de llevar a cabo.

Por mucho que intencione y proponga a mis usuarias un camino de liberación, es imprescindible que ellas hagan emerger su propia voz, fruto de un diálogo entre mujeres. En este sentido, las actividades grupales me parecen una instancia irreemplazable, en la cual con la otra facilitadora vamos tejiendo nuevas relaciones sesión a sesión, guiándonos por los avances que se han sistematizado respecto de cómo parar este flagelo.

Y, en este sentido, también actuamos socialmente, en escuelas, jardines infantiles y redes comuntarias de P.A.C. y San Miguel, en donde me corresponde encontrarme con mujeres que se empoderan progresivamente, así como varones consciencias de la necesidad de que, quienes hemos disfrutado tradicionalmente de los beneficios del patriarcado, nos unamos a la lucha por la equidad. Su retroalimentación, así como la que recibo de quienes pertenecen a la Red MenEngage, me resulta fundamental para seguir avanzando en un mundo más justo para las mujeres y niñas de Chile y, por extensión, también para los varones.

"Yo no puedo ser libre,
sólo nosotros podemos ser libres"
(Anónimo)