Lecciones al intervenir en violencia de género en establecimientos educacionales

viernes, 29 de enero de 2010

En el proyecto de prevención de violencia contra la mujer de Pedro Aguirre Cerda nos corresponde realizar intervenciones desde diversos ámbitos. Uno de los que nos ha proporcionado más satisfacciones ha sido el educacional.

Partimos el proyecto elaborando un catastro de todos los establecimientos educacionales -públicos y privados- de la comuna y contactándonos con sus directores/as, proponiendo formar monitoras/as en prevención de violencia contra la mujer tanto dentro del alumnado como con el personal. Muchas veces la recepción no era la que esperábamos, pero ocurrieron varias experiencias que nos llamaron la atención.

En primer lugar, uno como psicólogo, al momento de entrar a un colegio, debe recordar que esta institución posee lógicas distintas a, por ejemplo, las juntas de vecinos. Señalo esto, bastante obvio, porque deben traerse a colación los conocimientos no sólo de Psicología comunitaria, sino especialmente de Educacional, o uno puede terminar realizando actividades buenas para llenar estadísticas, pero que no poseen un impacto real en este tipo de organizaciones.

En concreto, me quiero referir al hecho de que los talleres, herramientas tan frecuentes en centros culturales, la calle u otros espacios, sirven sólo en la medida que se acompañe al docente en su trabajo diario en el aula. Y eso requiere un compromiso con el colegio de largo plazo.

En la comuna de P.A.C. comenzamos el proyecto con esa idea en mente. En los establecimientos educacionales en los cuales hemos intervenido, varios directores/as han planteado la necesidad de seguir adelante también en 2010. Y, sobre ello, quiero destacar un caso.


Un colegio de la comuna aceptó el reto de trabajar con alumnos/as y el personal (lo más frecuente es que se intervenga sólo con uno de ellos). Llevamos a cabo talleres por separado, con un punto claro en común: la promoción de una adecuada convivencia al interior de las aulas. Fueron 2 grupos de 14 alumnos/as y otro con todos/as los/as profesores/as de enseñanza media (uno de ellos es el de la fato anterior). Antes de ponernos a "pontificar" sobre el tema, colocamos especial énfasis en diagnosticar la situación de las relaciones entre hombres y mujeres desde la perspectiva de los actores: alumnos, alumnas, docentes y asistentes de la educación.

A veces los profesionales que llevamos tiempo trabajando en cuestiones de convivencia, familia, etc. creemos que nuestra experiencia nos indica cuáles son los problemas y en qué intervenir, rápidamente. En este caso, el diálogo con ellas y ellos nos mostró que los balances de poder entre varones y mujeres estaban cambiando más rápido de lo que pensábamos, y que si utilizábamos los enfoques tradicionales podríamos cometer varios errores significativos al plantear el tema, especialmente con los/as jóvenes.

El mejor ejemplo de ello ocurrió cuando nos pusimos a conversar con ellos/as acerca del pololeo, eje central de nuestras intervenciones. En vez del clásico cuadro de una relación de pareja como una cuestión de dos personas, la situación era mucho más compleja: lo tradicional era que los varones de 3° y 4° buscaran a niñas de 1° medio, recién llegadas al ciclo, para buscarlas como parejas fáciles de controlar. "Carne fresca" era un término que se repetía para describir el hecho. Hasta ahí nada nuevo. El caso es que en los últimos años, las chicas de esos cursos mayores, viendo cómo los varones aprovechaban el poder que daba la diferencia de edad (además del género), comenzaron a imitarlos e ir en busca de los chicos más jóvenes (de 1°), reproduciendo dinámicas de control en los que ellas poseían el poder.

Por supuesto, cada miembro de la pareja tenía su círculo de amistades, quienes activamente opinaban acerca de la conveniencia de la relación, lo cual, según los/as jóvenes, ayudaba a tensar este pololeo. Y ello no quedaba ahí, sino que ocurría también la intervención de algunos/as docentes, quienes también estimulaban o colocaban reparos a dichas relaciones. En resumen, "aquí cuando se forma una pareja no pololean dos, pololea todo el colegio", según sus propias palabras. Y, cuando la violencia aparecía, los involucrados eran muchos, como es obvio.

Aparecen, por tanto, dinámicas entre pares e interestamentales que requieren un abordaje mayor. Discutir estos temas con los docentes de aula, directivos y asistentes de la educación iba, por tanto, más allá de cuestiones como la tríada "víctima-victimario-testigo" que se suele usar para comprender el fenómeno de la violencia en la escuela. Había temas intergeneracionales que considerar (v.gr. derechos de la infancia y el rol de los adultos, por mencionar un caso) antes de proponer alternativas a la resolución de estos conflictos.

En esta experiencia el apoyo de la dirección ha resultado fundamental, y me dejó una sensación muy esperanzadora, el ver que existía una clara decisión de colocar el considera el género como elemento fundamental de la política de convivencia escolar del establecimiento. Cuestión que, obviamente, implicará intencionar acciones más profundas y complejas a las ya planteadas.